ADRIANA DIEZ-CANEDO SÁNCHEZ (PANDA)

Muchos son los momentos que hemos compartido en esta vida. Aunque se hayan mudado a otra ciudad, tuvimos la oportunidad de vivir periodos de tiempo largos gracias a las vacaciones que hicimos en familia. Como olvidarme de esas vacaciones en el rancho, con los primos grandes. El tiempo que nos dedicabas a todos, para darnos gusto y entretenernos. Una imagen que tal vez haya pasado hace mucho tiempo, pero que aun recuerdo con mucho apego viene justamente de ahí, en donde tuvimos una real cercanía con la naturaleza y nos enseñaste a convivir con diferentes animales. Momentos en los que íbamos a recolectar a los gallineros los huevos que posteriormente nos cocinarían para el desayuno. El ir a los establos y ordeñar a las vacas. Lidiar a diario con la presencia de Kutsi y Pukuni, tal como lo hacen ahora Lucía y Fernanda con Polo, Lola y Buda. Esas lecciones que nos dabas de cómo respetar y ayudar al mundo en el que vivimos, a los animales y seres humanos con los que compartimos esta vida. Me acuerdo también de una de esas idas, en Diciembre, que nos llevabas en las mañanas a la iglesia a preparar despensas de comida para después entregárselas personalmente a los niños más necesitados. Siempre pensando en el prójimo. Entregándote y ofreciendo tu mano a todo aquel que la necesitara. Te agradezco enormemente el apoyo incondicional que siempre nos has brindado. Aunque estemos lejos, nos has demostrado que no hay pretexto alguno para dejar de prestar tu hombro en momentos duros. Muchas gracias por estar siempre presente y por todas las enseñanzas que nos has brindado en estos años. Esperemos que vengan muchos más para seguir aprendiendo de ti.

El hombre bueno duplica la duración de su existencia. Haber vivido de tal manera que se pueda volver y mirarse con satisfacción el pasado de la propia vida, equivale a vivir dos veces.

Marcial