EMMA CORTÉS

A quienes hemos tenido la suerte de conocer a Olga, nos ha dejado grandes y muy valiosas cosas para nuestras vidas. Olga y yo nos conocemos desde el colegio, desde adolescentes, donde todo en la vida parecía ser un sueño. Desde entonces, sin yo saberlo, se convertiría en una persona clave para toda mi vida. Al poco tiempo de conocerla, me presentó a Fernando ya como su novio; para mí desde éste y muchos otros detalles, se puede saber qué clase de persona pienso que es ella, alguien que cuando quiere algo sabe cuidarlo y conservarlo. Estuvimos juntas en momentos muy felices, recuerdo cuando nos conocimos en el Colegio Queen Mary, también cuando nos escogieron para formar parte de la escolta, todas las fiestas y reuniones, más tarde nuestra inolvidable graduación, entre todas las demás cosas hermosas de la edad que vivimos junto con nuestras demás amigas.

Cuando crecimos y nos casamos, ella tuvo primero la dicha de participarme su gran felicidad: “Mariol venía en camino”, mientras yo seguía luchando aun por poder ser mamá. Así pasó el tiempo y nuevamente Olga me confirmó la alegría de un nuevo bebé, Fernando. Como yo todavía no había podido lograr mi anhelo de ser mamá, Olga vino a convertirse más que en una amiga, en una hermana; ya que me apoyó siempre en momentos muy difíciles, acompañándome a los dolorosos y largos tratamientos a los que me tuve que someter. Nunca me di por vencida, pero el médico me aconsejó pensar en una posible adopción; aquí Olga volvió a brindarme su apoyo aceptando ser madrina de bautizo del bebé que Dios puso en mi camino y con esto, además de ser amigas y casi hermanas, también nos convertimos en comadres. Desde este momento nuestras vidas se unieron mucho más; ya que así podíamos llevar juntas a nuestros hijos a todas partes, como lo hacíamos en compañía de otras mamás amigas nuestras al Club Mundet, también a días de campo, cumpleaños y todo lo relacionado para ver felices a nuestros hijos. Pero si algo valoro de Olga es el haber contado con su apoyo y presencia en el momento más difícil de mi vida, el

enfrentar la gran depresión que viví a consecuencia de mi divorcio. Yo no sé que hubiera sido de mí si ella no hubiera estado a mi lado, confirmándome que más que una gran amiga era la hermana que siempre había querido tener y que incluso hasta los médicos llegaron a pensar que lo éramos, pues siempre la veían junto a mí. Por eso, cuando al poco tiempo me dijo que se mudaban a vivir a Morelia, volví a sentir un gran vacío; pero gracias a Dios nunca perdimos contacto. Aunque a distancia, sé que tengo una hermana en Morelia.

Diez años más tarde, me volví a casar y Dios me bendijo con una hermosa niña.

Volviendo a lo de su cumpleaños, me encanta la idea que ya me alcanzó en esta hermosa etapa de la tercera edad. Quién nos iba a decir que desde nuestra amistad de adolescentes, seguiríamos juntas en las buenas y en las malas, hasta hoy… en donde espero que vivamos la etapa más tranquila y llena de amor con todos nuestros hijos, nietos y sobretodo nuestros compañeros de toda esta larga vida.

¡AMIGA! ¡HERMANA! ¡COMADRE! … ¿Lista? ¡Ya vamos a nuestra mejor etapa!

Gracias por ser como eres y por haberme acompañado en todo este tiempo, te quiero mucho y siempre te estaré agradecida por haberte cruzado en mi camino.

¡FELICIDADES!

Emma